martes, 14 de julio de 2009

Matamendigos

Por Patricia Gosálvez
Publicado en El País.13/07/2009
Serie: Los crímenes que cambiaron Madrid

Si la historia ocurriese en la ficción, parecería exagerada: durante cinco años, un mendigo asesina indiscriminadamente a otros vagabundos. Su violencia es brutal: mutila, decapita, lapida, destripa, quema y se come a sus muertos. Oye voces. Se bebe cinco litros de vino diarios mezclados con sedantes. Cuando estuvo en la cárcel por violación, cuidaba de pájaros en su celda; los pájaros estaban muertos...

"Ojo con inspirarse en hechos reales, que algo haya sucedido no significa que el lector se lo vaya a creer", dice Juan Aparicio-Belmonte, autor de novela negra y profesor del curso True Crime en el Hotel Kafka (que no es un hotel, sino una productora editorial). Es el último día de clase. Durante 14 sesiones, abogados, forenses, criminólogos, policías, jueces o psiquiatras han educado a escritores en ciernes sobre la realidad del crimen. Los alumnos han aprendido cómo funciona una persecución, cómo se instruye un caso, que los presos españoles no llevan uniforme, que las huellas dactilares sólo se cotejan con las de quienes tienen antecedentes. Han practicado en un campo de tiro para sentir cómo es un arma y visitado una cárcel para ver lo que es estar dentro. En televisión, todas las series policiacas tienen asesores para asegurarse de que no metan la pata. El curso del Hotel Kafka (que se repetirá la próxima primavera) consiste en que los escritores y guionistas cuenten (por unos 400 euros) con esa misma ayuda. "Normalmente, en los cursos de escritura sólo te dan clase otros escritores; aquí hablas con gente de verdad que trabaja cada día en los ambientes que tú quieres contar", dice la alumna Carmen Espinosa, psicoterapeuta en paro de 45 años. "Cuando te sientas a escribir novela negra te salen cosas muy infantiles, muy influidas por las películas americanas, mucho topicazo". "Lo peor del curso es que he aprendido que la policía no es tonta, y eso es un problema", dice misteriosa. "Yo quiero que mis asesinas salgan indemnes y ahora me va a costar más justificar que no las pillen".

El mendigo asesino tuvo una infancia difícil, marcada por la depresión, la delincuencia y las palizas paternas. Le diagnostican esquizofrenia y alcoholismo crónico. Desde pequeño visita el cementerio para masturbarse entre las tumbas. De mayor llega a exhumar tres cadáveres, los apoya contra un muro y lo hace ante ellos. En el juicio declara que no pudo acercarse más por el hedor.

El profesor da su último consejo: "En la vida real todo lo que pasa es verosímil, no así en la ficción: hay que persuadir al lector para que se lo crea, hay que elaborar el relato". Le acompaña en la palestra otro autor, Juan Madrid, para quien "el crimen es el pretexto para contar la historia", y el mando de la Guardia Civil Ángel García Collantes. "Espero que hayáis aprendido el argot y la realidad de los protocolos", dice con un suspiro (probablemente haya leído muchas cosas que no se parecían en nada a la realidad). Ofrece su e-mail para dudas futuras. Los alumnos apuntan ávidamente. "El curso surge por una necesidad patológica de los autores de novela negra", dice Eduardo Vilas, director del Hotel Kafka, "antes, o tenías un amigo teniente o estabas perdido". Antes de despedirse, el alumnado sólo tiene una queja. Entre todos los profesionales que han ido desfilando por la clase -desde expertos en profiling, que hacen perfiles criminológicos, hasta entomólogos forenses, que estudian la fauna cadavérica- han echado en falta a uno: el delincuente, la otra cara de la historia. La que exploraron Chandler y Hammett, grandes del género.

El asesino, que ha entrado y salido de numerosos psiquiátricos y servicios sociales a lo largo de su vida, confiesa varias veces sus crímenes. Le toman por loco, nadie le escucha. Hasta que alguien lo hace y cuenta que ha matado 15 veces. Le ponen un abogado de oficio, pero otro, más mediático, ve el filón y se hace cargo. Pasa unos meses en el candelero. Los enormes titulares le apodan el Matamendigos.

Es una historia increíble. Pero pasó. Los cinco años fueron entre 1987 y 1993, el cementerio es el de la Almudena, el abogado chungo, Rodríguez Menéndez, y el asesino, Francisco García Escalero, que está condenado a 30 años en el psiquiátrico de Fontcalent. Su caso es uno de los Siete crímenes casi perfectos, el libro que ha surgido del curso True Crime (lo editará Debate en octubre). En él, autores de novela negra y criminólogos analizan la mente criminal, las técnicas de investigación, la sentencia y la historia que hay detrás de un puñado de casos recientes. El mendigo asesino, Nanysex, el Mataviejas... Historias terribles, inverosímiles pero ciertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario