lunes, 14 de septiembre de 2009

Al otro lado del luminoso














Interior de una de las habitaciones del torreón del Hotel Vincci Capitol, con el famoso cartel de Schweppes delante. Foto de CRISTÓBAL MANUEL.

por Patricia Gosalvez
Publicado en El País

Por detrás, el neón de Schweppes no es tan glamuroso. Aunque la fachada del edificio Capitol, inaugurado en 1933, ha sido fotografiada millones de veces, no tantos han contemplado la vista desde el otro lado. Dentro de las habitaciones del torreón del hotel Vincci Capitol, en lo alto de Callao, la visión de la Gran Vía está interrumpida por las letras amarillas. Hierros, cables, tubos, baterías, plataformas para los operarios que cambian bombillas y pasan el trapo... Puede que no sea una visión glamurosa, pero es pura ciudad. De noche, los reflejos del cartel rebotan sobre las paredes amarillas y la cama redonda.

Hacía cuatro años que los arquitectos, Luis Martínez-Feduchi y Vicente Eced, habían salido de la facultad cuando el marqués de Melín, Enrique Carrión, les encargó el proyecto. Como buenos jóvenes modernos miraron hacia Nueva York y soñaron un rascacielos. Luego miraron hacia el expresionismo alemán y le dieron una fachada simbólica, curva. Tenía forma de barco y su destino era la vanguardia.

El entonces llamado Carrión, fue uno de los primeros "edificios comerciales" de España. Dentro se satisfacían todas las necesidades del hombre moderno. Había cine, salón de té, sala de fiestas, bar, economato, despachos y los primeros apartamentos amueblados que se alquilaron en Madrid. "Un intermedio entre el hotel y la casa de cuartos de alquiler", explicaba la revista Nueva Forma (1935). "Como en esta época el tiempo es oro", seguía el artículo, "los ascensores son rapidísimos y, desaparecidos los timbres, por medio del teléfono se obtiene servicio inmediato".

En la memoria del proyecto, conservada en el archivo del Colegio de Arquitectos de Madrid, los autores prometían: "La fachada del torreón será utilizable para la instalación de carteles luminosos". Llegó a haber una docena, pero en 2007 sólo el de Schweppes sobrevivió a la Ordenanza Reguladora de la Publicidad Exterior. Se había ganado la "singularidad" a pulso: es la postal más famosa de Madrid, la escena clave de El día de la bestia y la portada de un disco de Nacha Pop.

Sin embargo, la gran novedad del Carrión no estaba en la fachada, sino en las tripas. Fue el primer edificio con aire acondicionado total de Madrid. "Como el que existe en los cinematógrafos del extranjero", dice la memoria, "por el que se consigue mantener el ambiente en el llamado clima artificial de primavera". La sala de máquinas ocupaba tanto como el cine (que con 1.800 plazas sigue siendo de los mayores del centro). Necesitaba tanta energía que tenía su propia subestación eléctrica. La instalación costó un quinto del presupuesto de 12 millones de pesetas.

Hoy, la refrigeración se esconde en los falsos techos y, sólo remodelar el hotel, costó en 2007 10 millones de euros. Cuando se hizo, llevaba años de capa caída. Un hotel de tercera en la mejor ubicación de Madrid. "Había hasta ratones", dice José Luis Sánchez, que lleva 25 años trabajando en las sucesivas cadenas que han ocupado la plaza y tiene anécdotas maravillosas como la de Dimitrescu, un político rumano que vivió durante años el exilio en una de las habitaciones. Ahora todo está nuevo y limpio. De la decoración original diseñada por Feduchi no queda nada salvo el pasamanos de la escalera y la barra de cobre del bar. También han sobrevivido los planos de obra que decoran los pasillos y algunos antiguos libros de registro. En 1951, las habitaciones iban de 50 a 140 pesetas, hoy oscilan entre 120 y 450 euros. La más cara está en lo alto del torreón, por encima del luminoso. "Algunos clientes dicen que lo mejor son las vistas de la 1201 y José Luis el barman", se jacta él mismo. Las vistas, desde luego, son apabullantes. A un lado, el Madrid de los Austrias, al otro, los neones de la ciudad moderna.

Parto en la Gran Vía

por Pablo Linde
Publicado en El País

El coche salió de casa con tres personas y a la altura de Príncipe Pío ya eran cuatro. Se dirigió hacia la plaza de España y, mientras pitaba, hizo un cambio de sentido para reclamar la ayuda de los agentes de movilidad que llevaban toda la tarde pendientes del tráfico de la Gran Vía.

Cuando los agentes se aproximaron al coche, una mujer boliviana de 22 años esperaba con un bebé ensangrentado entre las piernas.

El parto en plena Gran Vía lo vio desde muy cerca María Magdalena, una mujer polaca que paseaba con sus hijos por la zona sobre las seis y media de ayer.

María Magdalena, que se dirigía a un casting para salir en un programa de televisión, se acercó a la pareja y cuando vio a la chica que acababa de dar a luz en mitad de la calle no se lo pensó dos veces. Se quitó la camiseta rápidamente para que cubrir con ella al recién nacido y se quedó en sujetador en pleno centro de Madrid.

"Iban a envolverla en el chaleco reflectante que hay en los coches. Eso seguro que está sucio y tiene gérmenes. Ante una situación así da igual estar en ropa interior o desnuda", contaba María Magdalena tan sólo unos minutos después del parto.Al poco tiempo llegó un equipo del Samur que montó rápidamente un hospital de campaña y atendió a la mujer y al niño recién nacido. Prácticamente no hizo falta utilizar la instalación. Ambos se encontraban en perfecto estado de salud y fueron trasladados al hospital Clínico sin que corrieran peligro, según confirmó un portavoz del servicio de asistencia municipal.

Toda esta operación duró aproximadamente media hora, según contaban otras dos testigos que se encontraban entonces en el costado oriental de la plaza de España, a pocos metros de allí.
Parto por sorpresa

María Magdalena preguntó al hombre y a la mujer que iban con la chica en el coche que cómo les había pillado por sorpresa el parto. "Eso se nota, lo sé por experiencia". Me respondieron que la joven no sabía que estaba embarazada. Contaron que empezó a sentirse mal de la barriga y dijo que le estaba saliendo algo duro", relataba con extrañeza por la esperpéntica historia.

Todavía llevaba en el bolso la camiseta ensangrentada donde habían envuelto al recién nacido, pero ya se había tapado con otra que le había traído uno de sus hijos de casa, a pocos metros de donde sucedió todo.

Con su nuevo atuendo, tras asistir a la parturienta, la mujer se dirigió directa hacia una carpa que Televisión Española montó ayer en la plaza de España con motivo del 50º aniversario de la cadena en Cataluña.

María Magdalena se presentó a un casting para un programa de televisión. Tardó un minuto en hacer la prueba. Si la seleccionan saldrá en la tele la semana que viene tras el telediario.